Las administraciones públicas tienen la obligación de integrar el principio de igualdad entre mujeres y hombres de manera transversal en todas sus políticas públicas.

Se trata de un mandato normativo directo, siendo la Igualdad de Género el 5º de los 17 Objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible aprobada por Naciones Unidas, un plan de acción en favor de las personas, el planeta, la prosperidad y la paz universal

Este mandato normativo no es, en la actualidad, un mandato de fácil aplicación, teniendo en cuenta el nivel de conocimiento, conciencia y sensibilización que existe en la sociedad a este respecto, y que la mayoría de las discriminaciones que existen en la actualidad, no son fácilmente identificables si no les prestas la suficiente atención.

¿Por qué no es fácil identificar las discriminaciones indirectas?

La mayoría de las personas no han tenido, hasta bien entrada en la edad adulta, ni la oportunidad ni la obligación de aprender a mirar la vida desde la mirada de género y por lo tanto, no han podido identificar las diferencias significativas que existen entre mujeres y hombres a la hora de acceder a servicios, recursos y espacios públicos, o a la hora de hacer uso de su tiempo.

No debemos llevarnos las manos a la cabeza, la desigualdad entre mujeres y hombres existe, y se ha construido de manera estructural a lo largo de muchos años. La cuestión ahora es, como podemos deconstruir esta realidad y construir un nuevo escenario, más justo e igualitario para todas las personas.

 Pongámonos pues el sombrero de administración pública y tratemos de aterrizar este mandato “tocando suelo”.

Lo primero que deberíamos preguntarnos, si fuéramos administración pública y quisiéramos poner un marcha una política, plan o proyecto concreto, es si dicha actuación tiene “pertinencia de género”, es decir, la pregunta sería “¿esta política, plan o proyecto, afecta a mujeres y hombres? ¿lo hace de manera directa o indirecta? En realidad, es una pregunta “trampa” con un claro objetivo: hacer presente que toda actuación pública afecta de manera directa o indirecta a mujeres y hombres. Se trata por tanto de una invitación a tomar esta conciencia, en primer lugar, y en segundo lugar, a identificar al público destinatario desagregando el dato por sexo para que pongamos atención a que, también las mujeres son destinatarias y visibilizar en qué medida lo son. Parece evidente, ¿verdad? Pues lamentablemente no lo es, y por eso es necesario hacerlo evidente.

Con esta conciencia y atención, nos ponemos el traje de buceo para analizar, en la medida de nuestras posibilidades, qué antecedentes podemos recoger respecto a:

  • el acceso de mujeres y hombres a los recursos, servicios y espacios
  • al uso del tiempo que hacen mujeres y hombres

en relación a la materia en cuestión que vamos a abordar con la política, plan o proyecto. Formalmente nos encontramos en la fase de “Antecedentes y diagnóstico”. Si no hacemos este trabajo, si no tratamos de recoger información relevante desagregada por sexo sobre la realidad que queremos regular, planificar, potenciar, no podremos más adelante integrar el principio de igualdad de manera efectiva.

Se trata de identificar las desigualdades reales existentes al respecto, las causas de estas desigualdades, y las necesidades diferentes que, debido a estas desigualdades, tienen mujeres y hombres.

Pongamos un ejemplo:

Vamos a pensar en un proyecto que pretenda reactivar social y económicamente un barrio de una ciudad. Identifica el barrio en el que resides como ejemplo, piensa en él y trata de dar respuesta a las siguientes dos preguntas:

¿Qué actividades, relacionadas con los ámbitos que el proyecto va a abordar, realizan en mayor medidas las mujeres y cuáles en mayor medida los hombres? 

Por ejemplo…

  • Empleo de alta cualificación remunerado.
  • Empleo de baja cualificación remunerado.
  • Empleo en comercio y servicios de barrio.
  • Actividades de cuidado y servicios a la comunidad no remunerados.
  • Estudio en la escuela del barrio.
  • Estudio en la universidad del barrio (si la hubiera).
  • Uso de la biblioteca
  • Uso del transporte público.
  • Uso de bicicleta o similar.
  • Uso de aceras como peatón.
  • Uso de vehículo.
  • Uso del comercio.
  • Uso de parques y zonas verdes.
  • Realización de actividades ofertadas de ocio y tiempo libre.

¿Cuál es la valoración social de estas actividades? (cómo percibe la sociedad el valor de estas actividades: valoración alta, media o baja).

¿Hemos podido identificar las diferencias, conocer las causas y reflexionar sobre las necesidades diferentes entre mujeres y hombres respecto al proyecto en cuestión?

Es hora entonces de diseñar y poner en marcha el proyecto. Estamos en la fase de “diseño y despliegue” y es el momento de plantear el ABC:

A_ Definiremos objetivos estratégicos y específicos tendentes a alcanzar la igualdad en el ámbito de intervención de la política, norma, plan o proyecto.

B_ Diseñaremos medidas que aseguren el cumplimiento de los objetivos de igualdad propuestos.

C_ Aseguraremos el acceso en condiciones de igualdad a mujeres y hombres en los espacios de participación que se generen, incluyendo en primer lugar a mujeres en los espacios de toma de decisiones.

Recordamos que este ABC sólo tendrá sentido si antes hemos identificado bien las desigualdades reales existentes, las causas de estas desigualdades y las necesidades diferentes que, por tanto tienen, mujeres y hombres respecto a la materia en cuestión.

La última parada de este trayecto será la de asegurar que durante el desarrollo del proyecto en cuestión, se recojan datos desagregados por sexo e indicadores, tanto del proceso, como de los resultados y del impacto de la actuación en cuestión.

Estamos en la fase (transversal) de “seguimiento y evaluación”, y es la que nos va a permitir

  • evaluar si hemos conseguido reducir los desequilibrios y por tanto avanzar en materia de igualdad,
  • conocer para futuros desarrollo qué ha sido útil a este objetivo y que no lo ha sido,
  • y contar con información real y útil para futuras actuaciones sobre la materia que se vayan a regular, planificar o proyectar.

Y volvemos a empezar, porque como he señalado al principio, las desigualdades entre mujeres y hombres son reales y estructurales y la reconstrucción de nuestra realidad actual requiere de toma de conciencia, actuaciones concretas coherentes y tiempo para valorar y medir los avances.

¿Te ayudamos a integrar el principio de igualdad entre mujeres y hombres de manera transversal? Contáctanos en:

servicioigualdad@arete-activa.com

Tlf. 948 199 613